¡Nunca es demasiado tarde! Nuestra tendencia humana es establecer expectativas para nosotras mismas, resistiendo a la creatividad del Espíritu Santo dentro de nosotras. Queremos saber cómo y cuándo las cosas tomarán su curso. Cuando la vida no sale como deseamos, creemos que Dios no nos está escuchando realmente. Algunas personas piensan que es demasiado tarde para explorar nuevos caminos porque son demasiado ancianas.
Imaginemos lo que significó para una mujer de 49 años dejar todo a sus espaldas. Cuando Filipina entró en la Orden de la Visitación en Grenoble, Francia, a la edad de 18 años, no podía imaginar la Revolución Francesa que la obligaría a partir sólo cinco años más tarde. Ella esperó nueve años para volver a su vida monástica y luego, durante tres años, trató de reorganizar la Orden en Grenoble, con poco éxito. Después, a la edad de 35 años, conoció a Magdalena Sofía Barat, uniéndose a la Sociedad del Sagrado Corazón. Este encuentro le dio nuevos objetivos y perspectivas. Una vez más, ella fue capaz de dejar todo. Y tuvo que esperar hasta los 48 años para navegar hacia América, respondiendo a su llamada misionera.
¿Qué necesitaba Filipina para tomar estas difíciles decisiones? Apertura, fe, valentía, paciencia y fuerte libertad interior. Ella no se comparó con otros ni con sus contemporáneos en evaluar su vida o en los logros conseguidos. En cambio, a través de la oración constante, con persistencia en la presencia de Dios, sus deseos profundos fueron satisfechos. El fuego del Corazón de Jesús, el amor y la aceptación de su realidad vivida, le dieron fuerzas para soportar.
Señor Jesús, crea en nosotras la libertad interior, un espacio donde podamos aceptar nuestra realidad con amor. Abre nuestros corazones para escuchar a tu Espíritu, vivo en nuestros corazones y en nuestro mundo.
Erika Tornya, RSCJ, Provincia de Centro Europa, HungríaImagen: Erika Tornya, RSCJ